La Paz, 20 de abril de 2025 (ABI). - Acompañada de un fuerte dolor en el abdomen bajo, llegó su primera menstruación cuando apenas había cumplido 12 años. Al descubrir que su ropa interior estaba manchada con sangre, asustada fue corriendo a avisarle a su madre.
“Mi mamá me dijo que botar sangre por ahí era normal y mis amigas comentaban que esos días no hay que tocar agua, no hay que bañarse”, recuerda Jhanet Villa, de 23 años, mientras amamanta a su bebé de ocho meses, cuida de su otro niño de dos años y vende klinex (papel desechable) y dulces mentolados en la acera de la avenida Mariscal Santa Cruz, en pleno centro de la ciudad de La Paz.
Ella llega a menudo, junto con sus dos pequeños, a la ciudad de La Paz a ganar el sustento para su hogar. Es oriunda del municipio de Sacaca, capital de la provincia de Alonso de Ibáñez, en la región norte del departamento de Potosí.
Estudió sólo hasta el segundo de secundaria. Recuerda que, tanto en la casa como en la escuela, escasamente le hablaron de la menstruación. La primera toalla higiénica que utilizó le obsequió su madre. Pero al llegar a la adultez, con lo poco que gana, algunas veces puede comprar un paquete y otras no. “El dinero no alcanza”, dice.
Según ONU Mujeres “cada mes más de 2.000 millones de mujeres en el mundo menstrúan”. Y Unicef explica que es importante comprender que “la menstruación es un proceso biológico natural y normal por el que pasan todas las mujeres, no es una enfermedad, ni nada que deba causar vergüenza o miedo”.
“La menstruación o el período es un proceso natural y saludable; sin embargo, millones de mujeres y niñas no pueden acceder a productos menstruales o el acceso al agua y saneamiento seguros para gestionar su salud e higiene menstrual. Esto es algo que trunca su vida, sus derechos y su libertad”, indica la publicación.
Pero ¿qué dicen los expertos y maestros en el país?
En una entrevista con la ABI, Silvia Velasco, gerente de la Clínica de MSI Bolivia, Marie Stops, asegura que en el país “con el tiempo se generó mayor sensibilización sobre cómo afrontar la menstruación". Sin embargo, si bien se habla de este tema hay estigmas y tabúes y ello se debe a la escasa educación al respecto.
“Vayas a tierras altas o bajas, hay creencias, mitos, relacionados a la menstruación y siempre son negativos. El Estado tiene que tomar una posición y a través de los colegios hablar de salud menstrual”, añade su colega Leandra Ruiz, educadora de esa misma Organización No Gubernamental (ONG) internacional especializada en Salud Sexual y Reproductiva.
Para la experta, la Educación Integral en Sexualidad la tienen que dar los maestros y se atreve a asegurar que muchos “no tuvieron educación en este tema”.
“Es bien difícil decirles que hablen de un tema que, a veces, sus propios valores están en contra o tienen muchos prejuicios. No han pasado un proceso de sensibilización, de capacitación, para poder, realmente, transmitir este mensaje”, explica.
Pero en la primera edición de la Guía para la Maestra y el Maestro sobre Educación Integral en Sexualidad (EIS) del Instituto Plurinacional de Estudio de Lenguas y Culturas (Ipelc), entidad descentralizada del Ministerio de Educación, realizada con la asistencia técnica de Unicef y el financiamiento del Gobierno de Canadá, en el marco del programa “Adolescentes empoderados para prevenir embarazos, VIH y violencias en Bolivia”, al cual accedió este medio, se aborda el tema menstruación.
En acápites de este texto se puede encontrar información sobre el ciclo menstrual, el síndrome premestrual, la menarquia, higiene menstrual, recursos o artículos de la higiene menstrual, higiene íntima y cuidados en la menstruación.
“Hay guías para los maestros de cómo deberían abordar la Educación Integral en Sexualidad. El problema es que no se está aplicando de la misma manera en todas las unidades educativas. Hay unidades educativas que directamente no lo hacen, o lo hacen muy poco, muy superficialmente, y hay otras que sí hacen un intento”, cuestiona Ruiz.
René Aruquipa, director de la Unidad Educativa Elizardo Pérez (UEEP), ubicada en la zona Ballivián del municipio de El Alto, reconoce que temas como la menstruación “no solo tienen que conocer las mujeres, sino también los varones” y plantea que es menester profundizar la Educación Sexual en la escuela.
No obstante, su colega, Abdón Suñagua, profesor de Filosofía y Psicología, durante sus 30 años de trayectoria en la UEEP, observó que estudiantes de Primero y Segundo de Secundaria sintieron vergüenza cuando se abordó el tema en la clase que tocó “los cambios biológicos”.
“Alguna vez hemos tenido reclamos de parte de algunos papás ‘¿Cómo van a hablar de esas cosas?, eso es para adultos (…)’. No hay una comunicación abierta a propósito de este tema y los hijos se están formando así”, lamenta.
La “pobreza menstrual” en Bolivia
Leandra Ruiz afirma que al igual que otros países, en Bolivia hay “pobreza menstrual” y esto se refiere a la imposibilidad de acceder, por falta de recursos económicos, a productos para una gestión e higiene menstrual, como las toallas higiénicas, por ejemplo.
“El acceso a los productos de gestión menstrual es escaso sobre todo en las áreas rurales (…). No hay subvenciones para acceder a toallas higiénicas, éstas tienen tarifas de impuestos bastante elevadas, lo que hace que su precio no sea favorable para todas”, señala la educadora.
Ello implica, afirma Ruiz, que muchas mujeres tienen que decidir entre comer o comprarse un producto de gestión e higiene menstrual, durante los días que dura su periodo. Las toallas higiénicas, por ejemplo, son consideradas un producto “casi de lujo” y llegan a costar lo mismo o más que un almuerzo.
“Esto significa, justamente, una vulneración importante a los derechos humanos”, reflexiona.
En el mercado paceño, un paquete de toallas higiénicas cuesta actualmente desde Bs 11 hasta Bs 15, dependiendo de la calidad y marca, que es importada, principalmente. Pero no sólo hay este producto para la gestión e higiene menstrual, también existen tampones, calzones menstruales y copas menstruales.
Tomando en cuenta que un paquete de toallas higiénicas desechables actualmente cuesta Bs 12 en el mercado de La Paz y una mujer menstrúa alrededor de 40 años, son más o menos Bs 5.760 que se requiere para la gestión menstrual en ese tiempo.
Considerando estos datos y gracias a su habilidad en la costura, en plena pandemia del Covid-19, en 2020, Yanina Valencia confeccionó sus propias toallas higiénicas, artesanales y ecológicas. Si bien a un inicio era para su uso personal, luego decidió sacarlas al mercado para otras mujeres.
Es así que creó la marca Esencia Toallas Ecológicas, con sede en Santa Cruz. Se trata de un emprendimiento boliviano dedicado a confección de toallas de tela, en cuatro variedades, que cuestan desde Bs 25 hasta Bs 50.
Lo curioso de las toallas higiénicas ecológicas es que tienen una utilidad de tres a cinco años. En ese tiempo de durabilidad, una puede ahorrar Bs 1.000 o más, tomando en cuenta que algunas gastan desde uno hasta tres paquetes de toallas higiénicas desechables cada mes.
Pero más allá de que ofrezca un producto económico y amigable con el medio ambiente, Valencia además brinda talleres de educación menstrual y hasta confección de las toallas ecológicas. Con esta iniciativa llegó a niñas, adolescentes, jóvenes y madres no sólo de Santa Cruz, sino también de Sucre.
“Ahí me di cuenta de la necesidad de que exista la educación menstrual en todas las unidades educativas (...). Hubo muchos casos que en el colegio se burlan de las compañeras cuando ya se enteran que están menstruando o cuando por accidente se mancha el uniforme”, comenta sobre su experiencia.
Esas situaciones motivaron a Valencia a crear y difundir en Facebook, Instagram y TikTok, contenidos educativos sobre la menstruación, porque “temas tan básicos e importantes no todas las personas lo hablan abiertamente, todavía tienen vergüenza”.
Baños, agua e higiene
Además del factor económico, la gestión e higiene menstrual implica el acceso al agua y saneamiento básico. Según datos oficiales, a octubre de 2024, en Bolivia la cobertura de acceso al agua alcanzó el 88% y de saneamiento básico al 65,15%.
“El acceso a baños, principalmente, en los colegios periurbanos y rurales es complicado, no hay muy buena higiene en los mismos. Muchas chicas no pueden cambiarse sus toallas menstruales en el colegio”, aseguró Leandra Ruiz de MSI Bolivia, Marie Stops.
La encuesta sobre la higiene menstrual en Bolivia realizada por Ureport de Unicef, en los nueve departamentos del país, publicada en 2024, reveló que el 65% de las mujeres consultadas respondió que los baños de sus escuelas no son cómodos ni limpios y que no siempre están abiertos.
El 57% pidió que en esos baños haya mejor limpieza, incluyendo mejor manejo de la basura. El 56,9% opinó que en los servicios higiénicos haya implementos de limpieza, como jabón, papel y otros. Y el 23% respondió que los baños de su escuela no están en funcionamiento y piden una reparación.
El proyecto denominado “El Manejo de la higiene menstrual impacta la experiencia escolar de niñas y adolescentes en la Amazonía de Bolivia”, financiado por el Gobierno de Canadá, ejecutado con el apoyo de Unicef y otras instituciones, entrevistó sobre ese tema a adolescentes y niñas de municipios rurales de Beni en 2015.
“Durante las entrevistas con las adolescentes, ellas afirmaron que los baños estaban en mal estado, que carecían de mantenimiento, olían mal y estaban sucios y que no había jabón o agua disponible. Las niñas dijeron que no les gustaba usar los baños de la unidad educativa y normalmente iban a su casa a cualquier momento si necesitaban ir al baño, especialmente durante su período menstrual”, se lee en un acápite del informe de ese proyecto realizado hace 10 años.
Por otro lado, Liliana Oropeza, cofundadora del proyecto Yawar, añade que “el acceso al agua se está volviendo cada vez un problema”, en regiones como la amazonía boliviana, cuando se registran, por ejemplo, los incendios forestales.
“Las mujeres padecen mucho más en los conflictos (los incendios forestales), son desproporcionalmente afectadas y otra de las cosas en las que se tiene que pensar es justamente cómo gestionan su menstruación cuando no hay acceso al agua”, reflexiona.
Féminas de San José de Chiquitos, en una charla en 2024 con Yawar, manifestaron que a raíz de los incendios forestales el agua en esa región “se estaba haciendo más escasa”, entonces cuando se presenta esta situación tienen que caminar mucho más para acceder a este recurso vital.
“Es una labor que está bien feminizada.¿Quién tiene que ir a traer agua ya sea para cocinar, para los baños?, va a ser la mujer, en muchos casos las niñas. Y recorrer muchos kilómetros solas las somete a otras situaciones de vulnerabilidad, incluso ligados a violencia sexual”, cuestiona Oropeza.
Conocerla antes de que llegue
Justo ese día, los padres de Leydi S. habían salido, dejándola sola. Al entrar al baño, descubrió con sorpresa que su ropa interior estaba manchada de sangre. Su cuerpo se estremeció, pero recordó las escasas veces que había oído hablar de esto en casa y en la escuela.
“Cuando vi la sangre, me aterrorizó muchísimo, estaba muy asustada”, recuerda. Así fue su experiencia a los nueve años, cuando tuvo su primera menstruación.
Ahora, a sus 15 años, reflexiona sobre el miedo que sintió entonces, un sentimiento común entre muchas niñas que enfrentan su primer periodo. Sin embargo, reconoce que la menstruación es algo tan normal y natural como respirar o digerir alimentos.
Leydi S. cursa el Cuarto de Secundaria de la Unidad Educativa Elizardo Pérez. En la sala de maestros, no sólo ella, sino también un grupo de compañeros, tanto mujeres como varones de Primero, Cuarto y Sexto de Secundaria, se animaron a hablar de la menstruación con la ABI.
“El momento que me pasó, me asusté y sentí mucha angustia, pero después comprendí que no es nada malo (…), es algo natural que les sucede a todas las mujeres”, comenta Guisel H., también de Cuarto de Secundaria.
Según la mencionada guía para la maestra y el maestro sobre Educación Integral en Sexualidad, “la menstruación es comúnmente llamada regla, chapulín, andrés ‘porque viene cada mes’, la luna, estoy en esos días, me bajó/me vino, indispuesta, la prima roja y muchos otros”.
“Estos eufemismos se utilizan debido a que la menstruación es un término poco verbalizado, esto debido a tabúes. La menstruación es estigmatizada como una señal de impureza, de algo sucio, por lo tanto genera vergüenza, dando lugar a la utilización de un sin número de eufemismos”, señala.
Marcelina Mamani, una mujer no vidente de 57 años, comenzó a menstruar a los 13 y entró a la menopausia (fase en la que concluye la menstruación) a los 48. Durante los 35 años que menstruó creyó que ello era “sangre mala e inservible”.
“Mi hermano mayor me habló de esto: ‘unas se asustan, vos no tienes que asustarte’, me decía”, relata mientras ofrece billetes de lotería, acompañada de su esposo, también en la acera de la avenida Mariscal Santa Cruz de la metrópoli paceña.
Marcelina tiene discapacidad visual desde que nació. Es nativa de Cochabamba. Tiene dos hijos, un varón y una mujer. Fue ella quien le explicó a su hija, quien ahora tiene 34 años y dos niños, que la menstruación es algo normal en la vida de las mujeres.
En varias culturas de Bolivia, la menstruación suele ser una temática secreta o no muy verbalizada, también recae principalmente en las madres la responsabilidad de brindar orientación e indicar los cuidados que las adolescentes deben tener durante el periodo menstrual.
Por ejemplo, en la cultura Yaminawa, la menstruación es un secreto. En la cultura Yuki y Tacana, solo las madres son las que orientan a sus hijas antes de que tengan la primera menstruación. En la cultura Tsimane, también es un secreto.
En algunos casos, de manera solitaria la adolescente (generalmente la hija mayor) experimenta la menstruación con el temor que ocasiona un sangrado, luego comunica a su madre quien la orienta en los posteriores cuidados. Si la madre tiene otras hijas, antes de la menarca las orienta con anterioridad.
Nelson Yujra, presidente de la Junta Escolar de la Unidad Educativa Elizardo Pérez, reconoce que muchos padres de familia, al menos de esta escuela, “son un poco cerrados” para hablar de menstruación con sus hijas e hijos.
Se incluye al revelar que, del tema, sus tres hijas se enteraron por su madre y entre hermanas, por el hecho de que “entre mujeres existe más confianza”; sin embargo, considera que es por miedo o vergüenza que muchos padres no se animan a hablar con sus hijas al respecto.
La educadora menstrual certificada, Yazmin Salas, de Costa Rica, en un Webinar organizado por MSI Bolivia Marie Stopes, en agosto de 2023, consideró “que no hay una edad mínima para hablar sobre menstruación con los hijos, pero sí es importante abordarlo cuando van cumpliendo los ocho y nueve años”.
“Nunca es muy temprano y nunca es demasiado tarde para hablar de educación menstrual. Si tengo una niña de dos años y me cambio de toalla higiénica frente a ella y me pregunta, puedo responder con naturalidad para que sepa que, de este tema, se puede hablar en casa”, recomienda.
Para la gerente Clínica de MSI Bolivia Marie Stopes, Silvia Velasco, es “sumamente importante” que antes de que llegue la menstruación, las niñas entiendan que “no significa que se están haciendo mujercitas”, sino que es un proceso biológico por el cual están pasando.
El mayor miedo: el manchado
La encuesta Ureport de Unicef reveló que el 47,7% de las consultadas no faltó a clases a causa de la menstruación, pero sí 45,2% dejó de ir a la escuela porque sintió dolor y molestias cuando atravesó este proceso biológico.
Por otro lado, el 31,4% dijo que sintió miedo cuando fue su primera menstruación, 16,3% sintió vergüenza, 15,6% nada especial, 12,6% preocupación, 6,7% incertidumbre, 4,7% indiferencia, 3,1% alegría y 2,2% tristeza.
(Lee el reportaje completo en ABI).